Una caja de sorpresas

Julia estaba aburrida. Claro, no podía salir porque estaba lloviendo.

-Ma, ¿me das algo nuevo para jugar?

- ¿Y de dónde voy a sacar ahora algo nuevo...?

- Yo no te digo nuevo en el sentido de un juguete recién comprado; me refiero a algo que yo nunca haya visto…

- Ya sé, se me ocurre algo. Espera un momento.

La mamá se fue a su cuarto y regresó inmediatamente con una enorme caja.

- ¿Qué es eso? -preguntó Julia intrigada.

- Son fotos. Hay algunas muy viejas, de cuando los abuelos eran jóvenes; otras de tu papá y mías, cuando éramos chicos; de ustedes, en fin, ya vas a ver.

Cualquier cosa me preguntas. Te dejo la caja sobre la cama, espero que te entretengas.

Y Julia se fue tras la caja muy entusiasmada.

Pasaron por sus manos fotos antiguas, desteñidas...

- ¡Uy, el abuelo! ¡Mira lo que parece con esa ropa y con tanto pelo...!

¿Y ésta? Seguro que es mamá en el triciclo…

Y así siguió mirando hasta que cayó en sus manos una hermosa foto con un paisaje hermoso, que ella creyó reconocer…, pero había algo en la foto que no alcanzaba a distinguir, una pequeña mancha en medio del paisaje. ¿Qué sería lo que se había fotografiado?

Julia se quedó un buen rato con la foto en la mano. ¡Qué intriga! ¡Qué mundo maravilloso encerraba esa mancha en el paisaje! ¿Sería una persona, un animal… o qué?

¡Quién podría saberlo!

De repente, encontró otra foto con el mismo paisaje. La miró detenidamente y, sí, se trataba efectivamente del mismo lugar, pero ¡sorpresa! Donde en la primera foto había una mancha, en ésta sólo se veía un punto. ¿Qué sería eso realmente?

Guardó ambas fotos en la caja, puso la tapa y se fue a tomar la leche.

Y mirando, mirando, el cuento se fue acabando.