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De varitas y galeras
Voy y vengo y les cuento este cuento...
Una vez, Julia viajó a la ciudad donde vivía su nueva amiga, Dolores. Cuando fue a visitarla, la mamá le informó que su hija estaba en la escuela. Pero, como faltaba poco para la hora de salida, se le ocurrió que podían ir a buscarla y, así, darle una sorpresa.
La ventana del salón de Dolores estaba abierta… Julia, en puntas de pie, se asomó y espio...
En ese momento, los niños preguntaban, a coro, a un señor todo vestido de negro, que estaba en el frente:
- ¿Quién eres?
- Soy un mago y me llamo Juan Galera porque puedo sacar lo que quiera de mi galera.
Los alumnos estaban intrigados y expectantes, y la señorita, que lo miraba sonriente, le dijo:
- Señor mago Juan Galera, mis niños quieren ver sus trucos de magia, ¿por qué no empieza su función?
Julia no podía creer lo que veía… ¡Y a ella le habían dicho que ir a la escuela era aburrido!
- Bueno niñas, niños, señoras, señores y señoritas...
- Acá no hay señoras ni señores -le dijeron los niños riendo.
- No me interrumpan. Voy a proceder, con mi varita mágica, a sacar objetos de mi galera –dijo el mago. Y luego de un breve silencio, agregó -: Plantún, plantón, sombrero orejón. Varita, varita, no me hagas meter la patita. Mientras pronunciaba las palabras mágicas, golpeaba con la varita en la galera, que estaba tapada con un enorme pañuelo de colores. De repente, algo salió de allí...
- ¿Qué es eso? –preguntaron, asombrados, los alumnos.
- ¡Un cuerpo!
Y, así, fue haciendo salir de la galera una serie de objetos diferentes, y ¡a todos los llamaba “cuerpos”!
Julia no entendía por qué, pero no podía preguntar. Hasta que, por suerte, los alumnos, tan desconcertados como ella, acotaron:
- ¡Pero son todas cosas distintas y a todas las llamas igual! ¡De todas dices que son cuerpos!
- Ahora les voy a explicar -dijo la señorita.
Pero, en ese momento, sonó el timbre.
- Ya es la hora, así que lo dejaremos para mañana –aclaró.
- Bueno -dijo el mago -mi función ha terminado, pero antes...
Sacó una flor de la galera y se la regaló a la señorita.
Y así, con una flor, se fue este cuento preguntador.